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Solucionati
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,,
Rehusamos creer que no haya su cientes fondos en
las grandes bóvedas de la oportunidad de este país.
Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque
que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la
seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para
recordar a Estados Unidos de América la urgencia
impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener
el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de
gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad
las promesas de democracia. Ahora es el momento de
salir del oscuro y desolado valle de la segregación
hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el
momento de hacer de la justicia una realidad para
todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar
a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia
racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del
momento y no darle la importancia a la decisión de los
negros. Este verano, ardiente por el legítimo descon-
tento de los negros, no pasará hasta que no haya un
otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un n, sino el principio. Y quienes tenían la
esperanza de que los negros necesitaban desahogarse
y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si
el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni
descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que
a los negros se les garanticen sus derechos de
ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán
sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que
surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo
que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido
umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos
evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener
el lugar que por derecho nos corresponde. No
busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebien-
do de la copa de la amargura y el odio. Debemos
conducir para siempre nuestra lucha por el camino
elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos
permitir que nuestra protesta creativa degenere en
violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las
majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza
física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva
militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no
debe conducirnos a la descon anza de toda la gente
blanca, porque muchos de nuestros hermanos blan-
cos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han
llegado a comprender que su destino está unido
al nuestro y su libertad está inextricablemente
ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y
al hablar, debemos hacer la promesa de marchar
siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los
derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras
nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no
puedan alojarse en los moteles de las carreteras y
en los hoteles de las ciudades. No podremos
quedar satisfechos, mientras los negros sólo
podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un
gueto más grande. Nunca podremos quedar satis-
fechos, mientras un negro de Misisipí no pueda
votar y un negro de Nueva York considere que no
hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos
y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia
ruede como el agua y la rectitud como una
poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí
debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algu-
nos han llegado recién salidos de angostas celdas.
Algunos de ustedes han llegado de sitios donde
en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados
por las tormentas de la persecución y derribados
por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes
son los veteranos del sufrimiento creativo.
Continúen trabajando con la convicción de que el
sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen
a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los
barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades
del Norte, sabiendo que de alguna manera esta
situación puede y será cambiada. No nos
revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar
de las di cultades del momento, yo aún tengo un
sueño. Es un sueño profundamente arraigado el
sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá
el verdadero signi cado de su credo: "A rmamos
que estas verdades son evidentes: que todos los
hombres son creados iguales".
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