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EDITORIAL
GESTOS Y SIGNOS
GESTOS
A estas alturas las Farc deben ser conscientes que tienen en la
mesa de negociaciones de La Habana, una contraparte muy fuerte.
Un Estado representado en un gobierno democráticamente
elegido y unos negociadores competentes que desarrollan una
estrategia hábilmente diseñada pare rendir un fruto esperado que
será la desmovilización de la guerrilla mas antigua del continente.
Piden para considerar su desmovilización, circunstancias que
darán la espalda a principios fundamentales de la humanidad,
como los compromisos que existen universalmente para prevenir
la ocurrencia y sancionar la comisión de graves violaciones a los
derechos humanos, la lucha contra la impunidad, el terrorismo y el
narcotrá co.
Pero hasta ahora solo se ha visto a los negociadores de la guerrilla,
pedir, cuestionar y criticar. Piden reformas estructurales del estado
reunidas en un pliego de peticiones que si bien es cierto que la
mayoría son situaciones reales y dolorosas producto de las profun-
das inequidades del estado colombiano y el sistema capitalista, no
se pueden solucionar en la rma de un acuerdo con un estado,
sino gestionar su solución plani cada desde las instituciones
democráticas y por medios pací cos ejerciendo liderazgo político.
Los retos que le plantean a la democracia colombiana son de una
envergadura tal que sobrepasan la capacidad de maniobra jurídica
del mismo Estado, van mas allá de la constitución vigente y del
orden internacional y para acogerse nalmente deberán ser
adoptados por el poder constituyente primario, en una nueva
constitución que de entrada desconozca la vigencia de los
tratados internacionales que exigen combatir la impunidad.
¿Y las contraprestaciones? ¿qué ofrecen a cambio? ¡¡Nada!!.
Para ellos habrá que adecuar el Estado de Derecho a un
bondadoso escenario que les permita pensar tomar la decisión de
desmovilizarse o seguir la guerra. Pero no es su culpa, solamente.
Ambos, Estado y guerrilla tomaron la decisión de negociar en
medio de la guerra y por tanto estar inmersos en un método de
negociación en el cual una parte pide y la otra cede, y listo.
EDITORIAL
Mientras tanto, continua la violencia en los campos, el secuestro,
la extorsión, el narcotrá co, las masacres de soldados, el recluta-
miento de niños para la guerra, las muertes de campesinos, las
muertes de guerrilleros, de personas inocentes a quienes no
alcanzó la negociación en La Habana a salvarles la vida.
Es hora de que la guerrilla (no solo las FARC, sino también el ELN)
comience a dar muestras de una verdadera disposición para la paz.
La guerra solo tiene un momento para parar y ese momento es ya,
es ahora es inmediato.
Pero el Estado no puede pecar por ingenuo simplemente ofre-
ciendo y proponiendo. El mecanismo que se pretende para
refrendar o no los acuerdos a los que se llegue en la mesa no
puede proceder así no más. Si se le va a permitir a las FARC hacer
proselitismo armado para buscar refrendar los acuerdos, que
seguramente contendrán disposiciones de impunidad, entonces
hay exigir gestos y compromisos de buena voluntad y desde ya.
Las FARC y los demás grupos deben cesar como mínimo, el recluta-
miento de niños y niñas para la guerra y la utilización de cualquier
clase de minas antipersonal.
Desde luego que sería un verdadero gesto indicativo de su
disposición de avanzar hacia la paz, que unilateralmente buscaran
el compromiso de las entidades de cooperación y de la comunidad
internacional para realizar programas inmediatos y urgentes de
retorno de los menores reclutados y de desminado humanitario.
¿Será mucho pedir? No, frente a los gigantescos retos que ellos
plantean al Estado y a la sociedad colombiana, a la comunidad
internacional y a la Humanidad.
SIGNOS
La sobrecogedora imagen de una frágil mujer que se interpone
entre dos hordas furiosas tratando de impedir la violencia
desatada, es el signo más contundente de que en Colombia algo
está cambiando para bien, y que la ciudadanía comienza a recha-
zar la violencia como debe ser: Con resistencia civil y actitud de no
violencia.
El cuadro es patético. El ya tristemente célebre ESMAD de la
policía, enfrentado en la plaza de Bolívar en Bogotá a una cantidad
de manifestantes enardecidos y violentos, que apoyaban el paro
agrario movidos a la anarquía y el desorden por no se sabe que
intereses. Y en el centro, de espaldas a los escudos y de frente a las
piedras y objetos lanzados y a los golpes y patadas de encapucha-
dos, surge ella, queriendo parar la violencia. Gloria Barreto, una
ciudadana común y corriente que no acepta que la gente se
exprese con violencia.
Es el signo de que en nuestro país la gente no se resigna a la
dolorosa suerte a la que nos arrastran los violentos y hay quien se
hace sentir como debe ser. Una lección nos dio esta dama a todos
los millones de colombianos que pedimos que cese la violencia
pero no nos atrevemos a hacer nada para lograrlo.
Fotografía: El Tiempo
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