Solucionati
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a
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ado que el encuentro ya había comenzado, ingresé
de puntillas a la sala del segundo piso del hotel en
donde nos hospedamos, en una ciudad en la frontera
entre Turquía y Siria. Alrededor de una mesa en forma
de herradura había más de 25 personas, activistas y
líderes comunitarios que habían llegado el día ante-
rior. Más tarde me enteré que muchos tuvieron que
ingresar a Turquía de manera clandestina.
La discusión estaba animada. Durante esa mañana los
participantes estaban discutiendo sobre la posibilidad
de negociar ceses al fuego a nivel municipal, para
aliviar el sufrimiento de las comunidades. Una mujer
con el rostro enmarcado en un chador estaba
hablando. Me impactaron sus palabras: "Si siempre
somos amables, traemos belleza a las cosas". Era su
manera de decir, que la amabilidad lo puede todo, que
el amor es más fuerte que el poder. Con esta declara-
ción, argumentó que hay que dialogar con todo el
mundo, también con el peor de los enemigos, los
extremistas islámicos. Su posición me impactó aún
más, cuando al día siguiente, durante un almuerzo, me
contó su historia. Ésta mujer vive en una de las
ciudades más afectadas por la violencia en Siria.
"Comenzamos la protesta marchando, cantando y
bailando al sonido del tambor. El régimen contestó
bombardeándonos", me contó. Su hermano, quien
había participado en las protestas, resultó herido en
un tiroteo. Lo llevaron al
hospital, y allá lo rema-
taron. Cuando ella me contó esta historia, recordé
los muchos testimonios que escuché a lo largo de
los años en Colombia. Miraba a esta mujer, que a
pesar de los duelos, estaba comprometida con la
búsqueda de la paz y de la justicia para su gente y su
comunidad. Mientras observaba su postura recta y su
mirada rme, y mientras escuchaba su suave y deter-
minada voz, recordé a todas las mujeres que encontré
en mis recorridos por Colombia, que aún en el medio
de la violencia y a pesar de los dolores, se han conver-
tido en pilares que soportan a familias y comunidades
enteras, y que aún frente a la evidencia del horror,
generado por el odio, siempre tienen abierta la puerta
a la esperanza y al amor. ¿Y no es ésta la resiliencia, es
decir la capacidad de mantener vivo al amor, de
a rmar la fuerza de la vida sobre la muerte?
El ultimo día, antes de regresar a Nueva York, saludé a
Ahmed, uno de los seis millones de desplazados que
en dos años ha generado la violencia en Siria. Ahmed,
en esta guerra perdió a varios familiares y a muchos
amigos. A pesar de eso, durante los días en los cuales
trabajamos juntos, Ahmed nunca dejó de sonreír.
Nunca lo vi deprimido. Al despedirme, le agradecí por
su sonrisa y por ser siempre positivo. Me contestó: "Las
sonrisas y la esperanza de un futuro mejor y en paz, es
lo único que nos mantiene vivos ". Y me regaló otra
sonrisa.
Resiliencia. Paradójicamente, es en los espacios de
muerte, en los cuales a menudo se experimentan
horrores, torturas, masacres, asesinatos y desplaza-
mientos, en donde percibimos de manera más intensa
y genuina la esencia de la vida y del amor.
Fotografía: Atlas of Wonders
www.solucionatika.info
Siria: lecciones de resiliencia
Aldo Civico
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